Propósito

Es preciso tener los ojos en el corazón,
para observar la presencia divina
en la más pequeña de sus cosas.

Es asombroso ver como tanto, cabe en tan poco. Tanta vida, tanto drama, en tan pequeño espacio.

En sólo un área rectangular de 44 metros cuadrados, hemos podido crear en el hogar, un ambiente jardinado que nos permite estar en contacto con la verde vida de las plantas y el minúsculo mundo animal.

Hace un poco más de 20 años, con mi esposa Cecilia y mis dos hijos, Manola y Juan Alfredo, empezamos a darle forma. Sembramos guías del pasto San Agustín de la casa de mis suegros en Chihuahua capital, y todos los domingos destinábamos parte de la mañana a regarlas. Momentos que aprovechamos para convivir en familia y terminar empapados, enlodados y contentos.

Plantamos también un manzano y un ciruelo, le añadimos plantas decorativas, algunas macetas y para de contar.

Debo precisar que en sus inicios, este pequeño edén era unos cuantos metros más amplio de lo que hoy es. Teníamos una mesa de ping-pong, un asador, un perro, periquitos australianos y hasta una hamaca colgada entre dos saucos caprichosos.

Con los años, cedió espacio a las ampliaciones de la casa. El manzano y el ciruelo desaparecieron consumidos por las plagas. Los hijos se fueron…

Hoy, sin habérmelo propuesto conscientemente, este jardín se ha vuelto más complejo, más dinámico, más despeinado.

Espacios de sol y sombra. Una higuera generosa. Esculturas, enredaderas, mosaicos, bambú y madera; piedras, comederos y bebederos para las aves, abejas, avispas y algunos gatos trasnochados.

Caracoles, cochinillas, arañas, gusanos, lagartijas, grillos, alacranes, hormigas, campamochas, mariposas y mil insectos voladores, reptantes y sin nombre, conviven en un desorden ordenado.

Aunque aislado por cuatro paredes, no es ajeno al drama que en la lucha constante por la sobrevivencia se desarrolla desde el principio de los siglos. Vida y muerte...concepción, maternidad, celo, posesión, nobleza y plenitud se consuman cotidianamente.

Es mi jardín. Lo cuido y me cobija. Lo alimento y me cautiva.

Es, solamente y nada menos que... mi pequeño y querido jardín.